Por El Confidencial
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La publicación del veredicto del jurado popular que ha declarado “no culpable” a Francisco Camps ha puesto la puntilla al debate sobre el sentido mismo de esta institución. El acta, un manuscrito de 16 folios, está plagada de faltas de ortografía y errores de todo pelaje. Pese a que saber leer y escribir es condición indispensable para ser miembro de un Jurado, no parece que sea necesario hacerlo correctamente.
El texto comienza con buen pie anunciando que “el jurado, a deliberado”. Pero eso es sólo la punta del iceberg, ya que después aparecen cosas como “faborable”, “hallan”, “tubiera”, por no hablar de la ausencia casi total de tildes y, lo que es aún más grave en un escrito de este tipo, se refiere a Camps como si en la actualidad siguiera siendo presidente de la Generalitat.
El Jurado vive sus horas más críticas desde que se instauró en 1995. La decisión de declarar “no culpable” a Ricardo Costa y Francisco Camps no fue unánime, se tomó por cinco votos contra cuatro, y ha levantado ampollas, no sólo en el mundo judicial, también entre la ciudadanía. ¿Qué sentido tienen los jurados populares? ¿Acercan el pueblo a la justicia o introducen populismo en ella?
El jurado popular cuenta con muy poca tradición en el sistema jurídico español. No entró en funcionamiento hasta la aprobación de la Ley del Jurado de 1995. Esta ley articula el funcionamiento de una institución reconocida en la Constitución y que, según su artículo 125, debe servir para que los ciudadanos participen en la Administración de Justicia. En el momento de redactar la Constitución, y más tarde la ley, se debatió largamente sobre las funciones que debería tener el Jurado y sobre su misma existencia. El debate ha sido permanente en los círculos jurídicos, y vuelve a la portada de los diarios en cuanto se desarrolla un juicio mediático, pero ha resurgido estos días con más fuerza que nunca.
Fernando Santa-Cecilia, profesor de derecho penal de la Universidad Complutense de Madrid, cree que “en el mundo anglosajón hay una tradición amplísima y el jurado funciona, pero en España no existe esta tradición y no funciona como debería”. “El inconveniente que tiene”, explica el profesor, “es que las personas que lo integran no son profesionales del derecho y a veces no emiten juicios objetivos”. ¿No nos podemos fiar de los ciudadanos elegidos por sorteo? “En Valencia [en referencia al juicio del ‘caso de los trajes’] ha habido un dislate de cinco a cuatro con problemas emocionales de por medio, de matiz político”, afirma Santa-Cecilia.
Llarena es muy claro al respecto: “La figura del Jurado popular supone un enjuiciamiento más lento y no se justifica en la actual situación de colapso”. El portavoz de la asociación mayoritaria de los jueces cree que además el jurado popular es “extraordinariamente costoso”. “Son procesos largos”, explica Llanera, “en los que hay que pagar a cada miembro del jurado que, además, está faltando a su trabajo con la pérdida de productividad económica que eso supone; con esta situación, en una administración de justicia llena de carencias, es un gasto que se podría evitar”.
Enlace: Versión On Line
Tu vida en manos de la “deliveración faborable” de un Jurado
Por Miguel Ayuso
El Confidencial On Line - España
28 de enero de 2012.
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