Por La Prensa
La Prensa - Panamá |
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Johnny Pozo, compadre del polémico David Viteri, fue asesinado en plena calle en 2007 y su agresor, Óscar Morvich, salió libre gracias a un veredicto de inocencia de un jurado de conciencia.
Johnny Pozo, compadre del polémico David Viteri, fue asesinado en plena calle en 2007 y su agresor, Óscar Morvich, salió libre gracias a un veredicto de inocencia de un jurado de conciencia.
Kiara Bethancourt y Félix Asprilla tenían 14 y 5 años cuando fallecieron en medio de un incendio provocado por pandillas en el sector S de Curundú. Una tercera niña, Laurín Núñez, también murió en el siniestro, aunque su cuerpo nunca apareció.
Acusado por este crimen, José Luis Rosas Aguilar, miembro de una pandilla del barrio, fue llevado a juicio y un jurado de conciencia lo encontró inocente.
La Procuraduría General de la Nación lo establece claramente: un acusado de homicidio tiene 35 veces más probabilidades de ser absuelto si es juzgado por un jurado de conciencia, que si es llevado a un juicio en derecho, en donde tres jueces deciden su suerte.
En un informe estadístico encontrado en la página web de la entidad, correspondiente al primer semestre de 2009, se lee que el 32.8% de los sindicados por homicidio llevado a juicio en derecho termina en la cárcel, mientras que el 39.7% de quienes son juzgados por ciudadanos, queda libre.
Según Rigoberto González, secretario general del Ministerio Público, la efectividad del jurado de conciencia es un tema de vieja discusión, precisamente porque desde hace mucho se debate si las decisiones que toman son las mejores.
“Cuando un tribunal analiza el hecho, valora solamente las pruebas; pero cuando es un jurado de conciencia, hay valoraciones de otra clase”, señala González.
¿Qué otras valoraciones? Según el funcionario, los ocho ciudadanos que forman un jurado de conciencia pueden estar influenciados por una “multiplicidad de factores: el tipo de homicidio, que tiene a la persona acusada ahí enfrente, que los incorporan al proceso el mismo día, y eso les molesta...”.
Cada vez que hay un juicio hay que salir a buscar a los jurados donde se encuentren, hasta completar los ocho que se requieren.
Para el fiscal primero superior, James Bernard, este método es costoso y tedioso para el Estado, pero el verdadero peligro está en que no garantiza que las decisiones que tome el jurado estén basadas en su conciencia o sean libres.
“Se han dado casos muy importantes en los cuales se ha podido apreciar que el jurado basa su decisión no en la conciencia, sino en el temor”, señala Bernard. “Esto es muy común [que declaren inocente al imputado] en los juicios donde se le sigue un proceso a personas vinculadas con casos de pandillerismo”, añade.
En las últimas semanas se han encontrado, al menos, dos anomalías en juicios con jurado de conciencia. En uno, la audiencia se celebró y luego las autoridades se percataron de que uno de los jurados no era la persona que se suponía que era. En el otro, se descubrió que dos miembros del jurado no habían salido de la lista elaborada en la mañana.
Para el fiscal Bernard, a los jurados se les debe realizar entrevistas previas para conocer su opinión sobre varios temas.
“En el caso de Marco Manjarrez... ¿crees que había alguien que no iba a condenarlo?”, se pregunta Bernard.
Manjarrez fue condenado a 20 años de prisión por el asesinato del sacerdote católico Jorge Altafulla, ocurrido el 19 de mayo de 2002.
El método de elección y el miedo, sin embargo, son apenas dos factores que pueden estar incidiendo en la decisión de los jurados.
“Efectivamente, yo creo que se han dado situaciones muy serias, cuestionadas públicamente, frente a fallas de jurados”, dice el fiscal primero superior. “Pero eso se debe a cosas que debemos entender; por ejemplo, que cada día hay una mayor exposición de los acontecimientos judiciales, llevando a prejuicios o a juicios públicos. Ante un hecho que alarma a la ciudadanía, de pronto nos sorprende un veredicto de inocencia del jurado”, explica.
Enlace: Versión On Line
Jurados de conciencia: entre el temor y el deber
Por Ana Teresa Benjamín
La Prensa (Panamá)
12 de octubre de 2009
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