Por El Mercantil Valenciano
Extractos:
Un valenciano que ha sido miembro de un jurado en otro caso mediático revela los entresijos de la institución que absolvió a Camps.
Carlos no se llama Carlos ni tampoco podría estar contando lo que relata porque la ley se lo prohíbe. Pero él sabe que su testimonio, en medio del debate sobre el jurado popular que ha absuelto a Francisco Camps y Ricardo Costa de un delito de cohecho impropio, arroja luz sobre esta polémica institución jurídica formada por ciudadanos de a pie. Carlos es valenciano y fue elegido miembro de un jurado que impartió justicia ante un delito cometido hace unos años en la Comunitat Valenciana con bastante eco mediático. La protección de su identidad impide dar más detalles. Pero sí que permite ofrecer las interioridades de un jurado popular y la conclusión tan rotunda que Carlos sacó: «Yo fui jurado popular y no querría que me juzgara un tribunal así. Es más: a mí me parece una forma errónea, y no entiendo por qué la justicia opta por un jurado popular cuando hay jueces». Visto lo visto, asegura: «Creo más en la justicia impartida por jueces profesionales que en la justicia de los jurados populares».
Su experiencia comenzó de una forma sorprendente: «Me acuerdo de que antes de empezar el juicio, nada más sentarnos, uno de los miembros del jurado se dirigió al resto de miembros y dijo: “Este tío es culpable, ¿no?”. ¡Sin haber empezado el juicio todavía!», exclama. Parece el comentario de una barra de bar, pero no el que se espera de una persona que va a impartir justicia.
Carlos replica de inmediato: «Pero es que el tema está ahí: que un jurado popular está conformado por gente que va a la barra del bar. En nuestro jurado había miembros de toda clase: amas de casa, una limpiadora, un mecánico, un estudiante… Se junta gente de toda condición, y parte de esa gente es de nivel cultural medio-bajo, que no tiene una educación superior, sino que la tiene básica o ni siquiera eso. A esa gente, cuestiones complejas como leyes, peritos o pruebas documentales las pilla muy lejos». Otra frase que recuerda de aquellos días de juicio: «Creo que era una limpiadora la que dijo: “Yo de leyes no sé nada”. La gente corriente no estamos preparados para juzgar; no le puedes pedir peras al olmo», dice.
Otro aspecto sustenta su argumentación. «En nuestro juicio —explica— los abogados y los fiscales interpelaron mucho al jurado con argumentos poco jurídicos. Por ejemplo, que bajo nuestra responsabilidad estaba que el acusado estuviera en la calle en más o menos años. Eso es algo muy rastrero y yo lo considero intolerable. Un juez está preparado para hacer caso omiso a ese tipo de cosas, pero un jurado popular es más influenciable», advierte Carlos.
Así es la deliberación
Después de cinco días de vista oral, el juicio quedó visto para sentencia. ¿Qué ocurre en ese momento? ¿Cómo ha podido ser el encierro de los miembros del jurado del caso de los trajes? «En nuestro caso no hubo hoteles —bromea Carlos—. La verdad es que fue bastante rápido. Cada uno decía lo que le parecía. Si había preguntas, se planteaban en voz alta en la mesa y la gente decía lo que pensaba. Pero no hubo mucha discusión. El jurado no tuvo dudas sobre la culpabilidad del acusado, pero sí que hubo discusión sobre la gravedad del delito y en ese aspecto hubo votos dispares. En un par de horas llegamos al veredicto», señala.
Eso sí: «sin nada de tecnicismos» en los debates ni fijarse demasiado en la letra pequeña. «En cinco días consecutivos de juicio acumulas mucha información. ¡Pues imagínate en este juicio de los trajes, que ha durado más de veinte días! Son unas condiciones muy difíciles para gente que no está preparada».
En su caso, Carlos asegura por su experiencia que no hubo ningún líder del jurado que decantara la opinión de algún otro miembro, como algunos especulan que ha ocurrido en el juicio contra Camps y Costa. Sin embargo, no le extraña que esto ocurra. «En mi caso no fue así, pero es una consecuencia lógica del nivel cultural no demasiado elevado, que hace a la gente más influenciable. También es gente, por mi experiencia, que en casos mediáticos tiene una idea preconcebida antes de empezar el juicio de la que luego les es muy difícil abstraerse», concluye.
«Una responsabilidad enorme»
Años después de su experiencia, Carlos sigue preguntándose «para qué sirve la figura del jurado popular». «He oído que es para acercar la justicia al pueblo, pero el beneficio de esa medida me parece bastante escaso comparado con lo que estamos hablando: la carrera de una persona o que acabe o no en la cárcel. Es que no estamos hablando de ninguna tontería, sino que está en tus manos una responsabilidad enorme. ¿Hasta qué punto la gente está preparada para ello y es consciente de esa responsabilidad?», se pregunta.
Enlace: Versión On Line
Su experiencia comenzó de una forma sorprendente: «Me acuerdo de que antes de empezar el juicio, nada más sentarnos, uno de los miembros del jurado se dirigió al resto de miembros y dijo: “Este tío es culpable, ¿no?”. ¡Sin haber empezado el juicio todavía!», exclama. Parece el comentario de una barra de bar, pero no el que se espera de una persona que va a impartir justicia.
Carlos replica de inmediato: «Pero es que el tema está ahí: que un jurado popular está conformado por gente que va a la barra del bar. En nuestro jurado había miembros de toda clase: amas de casa, una limpiadora, un mecánico, un estudiante… Se junta gente de toda condición, y parte de esa gente es de nivel cultural medio-bajo, que no tiene una educación superior, sino que la tiene básica o ni siquiera eso. A esa gente, cuestiones complejas como leyes, peritos o pruebas documentales las pilla muy lejos». Otra frase que recuerda de aquellos días de juicio: «Creo que era una limpiadora la que dijo: “Yo de leyes no sé nada”. La gente corriente no estamos preparados para juzgar; no le puedes pedir peras al olmo», dice.
Otro aspecto sustenta su argumentación. «En nuestro juicio —explica— los abogados y los fiscales interpelaron mucho al jurado con argumentos poco jurídicos. Por ejemplo, que bajo nuestra responsabilidad estaba que el acusado estuviera en la calle en más o menos años. Eso es algo muy rastrero y yo lo considero intolerable. Un juez está preparado para hacer caso omiso a ese tipo de cosas, pero un jurado popular es más influenciable», advierte Carlos.
Así es la deliberación
Después de cinco días de vista oral, el juicio quedó visto para sentencia. ¿Qué ocurre en ese momento? ¿Cómo ha podido ser el encierro de los miembros del jurado del caso de los trajes? «En nuestro caso no hubo hoteles —bromea Carlos—. La verdad es que fue bastante rápido. Cada uno decía lo que le parecía. Si había preguntas, se planteaban en voz alta en la mesa y la gente decía lo que pensaba. Pero no hubo mucha discusión. El jurado no tuvo dudas sobre la culpabilidad del acusado, pero sí que hubo discusión sobre la gravedad del delito y en ese aspecto hubo votos dispares. En un par de horas llegamos al veredicto», señala.
Eso sí: «sin nada de tecnicismos» en los debates ni fijarse demasiado en la letra pequeña. «En cinco días consecutivos de juicio acumulas mucha información. ¡Pues imagínate en este juicio de los trajes, que ha durado más de veinte días! Son unas condiciones muy difíciles para gente que no está preparada».
En su caso, Carlos asegura por su experiencia que no hubo ningún líder del jurado que decantara la opinión de algún otro miembro, como algunos especulan que ha ocurrido en el juicio contra Camps y Costa. Sin embargo, no le extraña que esto ocurra. «En mi caso no fue así, pero es una consecuencia lógica del nivel cultural no demasiado elevado, que hace a la gente más influenciable. También es gente, por mi experiencia, que en casos mediáticos tiene una idea preconcebida antes de empezar el juicio de la que luego les es muy difícil abstraerse», concluye.
«Una responsabilidad enorme»
Años después de su experiencia, Carlos sigue preguntándose «para qué sirve la figura del jurado popular». «He oído que es para acercar la justicia al pueblo, pero el beneficio de esa medida me parece bastante escaso comparado con lo que estamos hablando: la carrera de una persona o que acabe o no en la cárcel. Es que no estamos hablando de ninguna tontería, sino que está en tus manos una responsabilidad enorme. ¿Hasta qué punto la gente está preparada para ello y es consciente de esa responsabilidad?», se pregunta.
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Mercantil Valenciano On Line
30/1/2012
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